lunes, 16 de junio de 2008

De rutinas y consumismo.

Lo he descubierto: Quedé atrapado en una rutina laboral de lo más espantosa.

¿Un día normal? Despierto 7.30 - 8 am, me baño, enciendo la tele, desayuno con Primero Noticias (me caga Loret de Mola pero es lo único bueno a esa hora… y el clima con Martha Guzmán es la onda), apago la tele, me lavo la boca, y me largo al trabajo; media hora o cuarenta minutos en el auto, que para vivir en un pueblo chico es demasiado; llego y me siento hasta la hora de la comida, salgo a comer (burrito o chapata to-dos-los-dí-as), regreso y lo mismo hasta las 6 o 7, así de plano, cual vil máquina. A producir que por eso pagan. Productividad, productividad, productividad. Aunque no haya trabajo, hay que producir, ¿qué? no sé pero hay que producir. Salgo, ni ganas de ir a rentar películas, llego a mi casa y me acuesto cual res a ver tele como hasta las 11. Compu, checo correos, pierdo tiempo en Facebook, fumo y me duermo.

No suena tan mal, el problema es cuando todos los días son ‘normales’ y uno cae en una constante repetición que no deja hacer más cosas. A mucha gente le funciona, es más, PREFIERE trabajar dentro de una rutina… yo no.

rutina.
(Del fr. routine, de route, ruta).

f. Costumbre inveterada, hábito adquirido de hacer las cosas por mera práctica y sin razonarlas.


¡Quéééé weeeeba! El único detalle, pequeñísimo detalle, es que (por el momento) sin rutina no hay dinero, lana, billetes, solvencia económica. Y el problema es que sin dinero, lana, billetes o solvencia económica, uno no puede hacer gran cosa. Maldito capitalismo. Aunque en realidad debería adorarlo porque prácticamente estoy a su servicio. ¡Que Viva el Capitalismo! ¡Eso es! ¡Consumo! ¡Desperdicio! ¡Calentamiento Global!!!… Hey, eso es lo que tengo que vender, a eso decidí dedicarme; además, de activista social me muero de hambre [uno] porque sería malísimo y [dos] porque ni yo me creería, por Dios, soy un consumista de lo peor: veo a Loret de Mola! No hay peor producto que un presentador de noticias subjetivo y ególatra que no deja hablar a nadie… y yo lo consumo.

Perdón, comenzaba a razonar fuera del recipiente. ¿En dónde estaba? Ah, lo de la rutina. La sucesión de varios eventos la semana pasada (me quedé sin auto, todos los programas que veo terminaron sus temporadas, me llegaron por fin unos ‘tenis’ que pedí por internet para salir a correr [les digo que soy consumista, si no no corría]) me sacaron casi a fuerza del círculo vicioso en el que me había metido sin querer. Por lo que he decidido abandonar el tedioso y odioso mundo corporativo. Prefiero vender consumismo por el lado amable, y liberal. Me enferrrrrrrrrrrma tener que pedir permiso casi hasta para ir al baño, si no es que hay que reportarlo al final del dia: ‘ida al baño, tres minutos con veinte segundos y le jalé dos veces’ (es que luego tomo harto café). Pero así es, TODO genera un costo para la compañia, mi tiempo, que si uso demasiado tiempo el internet, que si no estoy haciendo nada, que si me pongo a aventar una pelota a la pared, que si no lleno mi reporte conforme mis actividades sino hasta el final del día (no, porque solamente recordar a qué hora se inició y terminó cada actividad no es precisamente algo… preciso), TODO cuesta. Y para que mi trabajo cueste mil quinientos pesos por hora (sí, uno cinco cero cero) y a mi no me paguen ni el 5% (!?!?!), nanais. Mejor trabajo aparte.

En fin, como la vida se me acaba pronto, no hay diotra que moverse. Moverse, que el pueblo aquí se queda. La idea será o cruzar el charco de regreso… o emigrar al sur, muy al sur… bueno más o menos al sur. Por lo pronto la segunda opción se ve como la más viable, ya veremos cómo se van acomodando las cosas al final. Quién quita y me voy mejor al norte… eso lo sabremos en unos meses.

Por lo pronto, a quejarse, que pa luego es tarde.

Viva el consumismo. Muera el corporativismo.

--